La tierra fue al principio propiedad real, pero sucesivas donaciones reales derivaron en un régimen de arrendamiento de parcelas a distintas familias (particulares). Normalmente, los contratos eran anuales y se renovaban si no había incumplimiento, de forma que eran heredables por los hijos.
La estabilidad económica hizo que no variaran las condiciones en 3000 años: fuera buena o mala la cosecha, al arrendador o al recaudador de faraón (figura bastante importante) habían de entregarse 7 u 8 khar (86 litros de grano) por cada arura (0'25 ha).
Los campos eran útiles para el pastoreo y la huerta, en función de su ubicación geográfica.
Se cultivaba principalmente trigo, cebada, lino, higos, cebolla, lechuga, y recibió especial cuidado la vid, mimando el vino, del que se indicaba en el ánfora procedencia, año de cosecha, y nombre del viticultor, y era muy apreciado. Con la cebada se preparaba la cerveza, barata y abundante.
Los árboles eran escasos, por lo que estaba totalmente prohibido cortarlos sin permiso real. Generalmente los frutales estaban en los jardines privados de las familias ricas.