A principios de la Dinastia III, el arquitecto Imhotep recibió el encargo de proyectar en torno a la mastaba de su rey, Zóser, un complejo funerario monumental. El gran número de edificios, y sobre todo el poderoso muro perimetral que rodeaba toda el área, ensombrecía lo que tendría que haber sido el verdadero corazón de las celebraciones del complejo; la mastaba del soberano. Imhotep, a través de una serie de superposiciones consecutivas, llegó a la llamada "pirámide escalonada", que se convertiría en punto de partida para la posterior evolución arquitectónica de la tumba real hasta el complejo piramidal.
El fundador de la Dinastía IV, Esnofru, continuó la idea de su predecesor y puso en marcha nada menos que tres pirámides, cuyas fases de construcción, revelaron el carácter altamente experimental del proyecto y permitieron ir madurando, a lo largo de los trabajos, los conocimientos técnicos y la experiencia constructora egipcia.
El nuevo complejo funerario, desarrollado por la Dinastia IV y elevado a canon por la V, preveía cuatro elementos arquitectónicos básicos: la pirámide, un templo funerario apoyado en ésta y una rampa procesional que lo unía a un segundo templo en cuesta.
Keops, hijo de Esnofru, supo muy pronto sacar fruto al saber hacer, adquirido durante el reinado de su padre, y con él dió comienzo el gran período de las piramides de Guiza auténtico apogeo de la arquitectura piramidal.